martes, 16 de enero de 2018

Adolfo Berón - ALLA EN EL BAJO


Adolfo Berón
ALLA EN EL BAJO

Arrinconó la guitarra sobre la derecha, puso un botín semilustrado sobre la silla, hizo curva en
su rodilla con la cintura del instrumento, y a una señal de su cabeza, tres amigos guitarreros y
madrugadores al revés, arrancaron el compás.
A partir de ese instante el "estaño" dejó de reflejar los círculos viciosos de vasos conversados. Cuatro personajes encontrados en el compás remarcado y serio de un tango cualquiera. Cabezas encorvadas latían el ritmo con rigor. El vino se hizo música y el humo revirtió túnicas de vapor para empañar las vidrieras. El silencio, casi mascullado, chocó contra el dos por cuatro, fuerte, álgido, puro sentimiento.
Uñas puntiagudas a propósito nacieron el punteo y se oyó la frase. El ritmo suavizó su entrega
y la melodía, casi dolor, lágrima reprimida, vistió la noche de recuerdos.
Después, cuando el silencio fué total y la canilla mal cerrada del mostrador molestó al borracho más cercano, el compás retornó su lugar. Las cuatro guitarras se escondieron en torsos acunados por un verso comentado hacia adentro. El paisaje concreto y cerrado del bar se lastimaba en una quietud increíble. Para el final, el tango se retorció, fundido en los contracantos, mientras el aplauso se volcaba cálido e irrefrenable, como vaso en un descuido cualquiera.
Puede haber sido una escena del 37. Cuando Adolfo Berón bajó de Zárate para concluir con sus afanes de cantor típico, similar al de su luenga y musical familia. Y se entregó total y llanamente a la guitarra, para cantar hacia adentro lo que la ciudad le gritaba en sus calles. Y si no fué así, el comienzo de este cuarteto de guitarras, en algún momento se encontraron de ese modo, porque lo dicen con el acento de aquel Buenos Aires del 37, todo nostalgia y canto. Y no porque se hayan quedado en esa época, sino porque dan del tango uno de sus esquemas más emocionales y fructíferos, que se han prolongado con la vigencia de lo auténtico a través de todas las evoluciones experimentadas por la canción y la música de esta ciudad.
Pero resulta que estamos en la primera mitad de 1962. La calle Corrientes huele a pizza, los taxis tienen dos colores obligatorios, en los bares ya nadie se sienta a mirar la vida a través de un vidrio nebuloso de humo. Los tranvías han sido condenados a muerte o al menos a servir de hogar y hasta de escuelas. En recordables locales de la ex "angosta" se multiplican jueguitos mecánicos con explicaciones en inglés. Insaboros caramelos se venden "al paso" y el café se toma de parado. Y la ciudad lustra sus vías con los neumáticos de modelos que se fabrican en el país. El corralón agoniza o se transforma en garage o conventillo.
El empedrado ganó al fin la batalla sobre la tierra. El farolito, el lengue y el lunfardo son temas de antología. Buenos Aires se ha recreado.
Este cambio, como casi todos, no es total. Calles de San Telmo siguen siendo las mismas y respiran noches de luna en bares retaceados con celo al progreso.
Muchos argentinos se despiertan creyendo en su futuro tanguero, y el puerto sigue amurado en
sus diques ladrilIados, lo mismo que en el 37. Y esta guitarra, las cuatro que suenan en el surco simétrico de este larga duración, revive etapas de tango que circulan por las venas sentimentales del porteño. En esta nueva ciudad sin música propia, luchan desigualmente, tango, pachanga, jazz y cualquier cosa, en una Corrientes que bosteza a la una de la madrugada. Buenos Aires que tiene un "centro" para el cine, el teatro experimental y el bife con laudo, se va añejando sin "placé" para el tango. La canción ciudadana se muere en las apuestas de ojito en la "popular" y no tiene letra como las alcancías del Ejército de Salvación.
Pero a rigor de fusta en elogiable "reprise" la canción ciudadana está volviendo por sus fueros.
"Radio y TV" como dicen los diarios, le venden sus espacios y figuras señeras del ayer, junto a discursivos estetas de hoy, tanguean con fuelle y hasta le ponen guitarra eléctrica, para no morirse sin usar los beneficios de la técnica.
Porque el tango, luego de saludables crisis, sigue creyendo y ejerciendo su destino con la fuerza de un arte auténtico. Por eso Adolfo Berón es el ejecutor de éste, su sexto larga duración en Music-Hall, para satisfacer la avidez musical de quienes siguen vibrando con las quejas simples y sentidas del tango del 37 y el de hoy, esbozado en el ritmo y la descripción de esta ciudad nueva que volverá a ser seducida por su expresión propia. Quizás no valgan indiferencias para su música; Buenos Aires se ha pintado en el tango y ésta es su entraña, sacudida en el desarrollo de su crecimiento, fuerte y sentido con las cuatro guitarras de Adolfo Berón. Retazo pincelado de una época que vive en las esquinas viejas y queridas de la ciudad, Berón y su arte, menor o mayor, siguen dando obras como las que hacen este disco una etapa que es historia en el lenguaje rico y vívido de Buenos Aires, Argentina.

Anibal Alberdi

Adolfo Berón
ALLA EN EL BAJO
Music Hall 70547
1962

01. ESTA NOCHE ME EMBORRACHO - Tango - Enrique Santos Discépolo
02. MADRESELVA - Tango - Francisco Canaro - Luis César Amadori
03. BAJO BELGRANO - Tango - Anselmo Aieta, Francisco García Jiménez
04. NELLY - Vals - Héctor Bates, Luis Bates
05. TIEMPOS VIEJOS - Tango - Francisco Canaro, Manuel Romero
06. OJOS VERDES - Tango - Manuel LópezQuiroga, Rafaelde León, SalvadorValverde
07. CAMINITO - Tango - Juan de Dios Filiberto - Gabino Coria Peñaloza
08. ADIOS PAMPA MIA - Tango Francisco Canaro, Mariano Mores, Ivo J. Pelay
09. CANDOMBERA DEL AYER - Milonga - O. Fernández, V. Zunino
10. ALLA EN EL BAJO - Tango - Magaldi, Noda, J. Ricardo, G. Martinelli Massa
11. LA PULPERA DE SANTA LUCIA - Vals - Enrique Maciel, Héctor Pedro Blomberg
12. Y EL POETA LLORO - Tango - Casto Darío, Dino Ramos

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