lunes, 11 de junio de 2012

"Pichín" Córdoba - VAMOS CORAZON, DEBEMOS OLVIDAR


"Pichín" Córdoba
VAMOS CORAZON, DEBEMOS OLVIDAR

Los griegos más antiguos concebian a la música como una fuerza universal capaz de gobernar al mundo, idea que se ha ido perdiendo con el correr de las edades y con el dominio avasallante de la razón. Para ello existían tres géneros musicales: la música del mundo, primero que todo; la humana y la instrumental. Percibian la música del mundo principalmente "en aquellas cosas que se ven en el cielo mismo, o en el enlace de los elementos, o en la variedad de los tiempos". Observando el cosmos y advirtiendo que ningún sonido llega de él a nuestro oidos, se preguntaban:
"¿Cómo puede ser que tan veloz máquina del cielo se mueva en un curso callado y silencioso?". Y encontraban música en la variación de las estaciones, pues "lo que el invierno sujeta, la primavera afloja, el verano seca, el otoño madura, y nuevamente los tiempos, o ellos mismos traen sus frutos, o proveen para que vengan por otros" (Boecio).
Para los pitagóricos, los sonidos del modo Frigio eran capaces de excitar ciertas pasiones humanas, y el canto en espondeo, apto para serenar y aun sosegar los ánimos soliviantados. Terpandro de Lesbos, un poeta y músico de citara del siglo VII antes de Cristo -mencionado por Boecio y Plutarco-, sacaba del canto protección contra graves enfermedades. Los autores antiguos citan muchos ejemplos que evidencian la fuerza de la música; así, entre otros, el caso del legendario Ismenias de Tebas, que ahuyentaba los dolores de ciática, entre los beocios, usando determinados modos musicales. La explicación que los escritores antiguos daban a tales hechos -a veces mitolóqicos-, es que toda nuestra compaginación de alma y cuerpo está unida por una conveniencia musical.
Es verdad que la idea de la música como fuerza universal presente en el movimiento del cosmos y en la naturaleza humana dista de ser, para el hombre de hoy, una evidencia. La música es algo mucho más urbano, mucho más colidiano, mucho más estridente que el remoto sonido de los astros -o de los astronautas-, en sus desplazamientos.
La música, para nosotros, es sonido de instrumentos, cada vez más alejados del golpe del martillo y de la cuerda del arpa.
Hace poco más de tres decenios, un chico de seis años de edad, que nada sabía de los pitagóricos, de Platón y de Boecio, debutó en radio como ejecutante de guitarra y armónica. "Harry Cordobita, el Mago de la Armónica" había nacido en La Rioja en 1937 y habia estudiado armónica desde los cuatro años. "Harry Cordobita" no era otro que nuestro Pichin Córdoba, iniciado en los primeros pasos de la música por su padre don Nicolás Córdoba un guitarrista de la sufrida y fuerte tierra de los Peñaloza. Primero vino la armónica y después el piano.
Pichin Córdoba empezó a estudiar este último instrumento a los siete años de edad y muy pronto mostró sus excelentes aptitudes. Realizó su aprendizaje en el Conservatorio Fracassi, con buenos maestros, y al poco tiempo comenzó a distinguirse como solista. El mago de la armónica se iba viniendo el mago del piano.
No siempre un buen artista del interior logra trascender su medio de ongen y conseguir eco en los grandes centros de difusión cultural. Porque las condiciones auténticas del creador, del compositor o del ejecutante no bastan por si para alcanzarle el reconocimiento de los más. Muchos valores se quedaron a mitad de camino por razones exteriores al arte mismo. Y otros pudieron ver la fama, casi a deshoras, con poco tiempo ya para gozarla. Hubo un paisano de Pichin Córdoba, un singular pintor argentino, Estanislao Guzmán Loza, que se pasó años en recatada labor, sin ruido alguno, en su ciudad de La Rioja. Prácticamente el hoy famoso pintor de Ambil era conocido solamente por los lugareños. Quiso la suerte, sin embargo, que algunos amantes del arte lo "descubrieran" tras sus paredes silenciosas y lo trajeran a Buenos Aires. Y Guzmán Losa se ganó, en sólo dos muestras, la aceptación y el crédito de los criticas y de los compradores. Pero toda fue como una gloria póstuma, según lo habia marcado el destino. No es de desear que esto ocurra con los creadores del interior. .
El caso de Pichin Córdoba es distinto. Podriamos decir que se vino a tiempo a Buenos Aires, no en función de aventura, no de pálpito, sino con una gran fe en que lo que hacia y convencido de que su arte no podía quedar relegado, o desconocido de la mayoria. Asi el pianista fue ganando su lugar en el campo nada despejado de un arte en que no faltan notables valores. Y todo lo fue ganando justicieramente.
Digamos que Pichin Córdoba pulsa su piano para darnos todo el mensaje de la tierra, uno de los cuatro elementos en los que los antiguos (como decíamos) hallaban la música del mundo. Mensaje de una tierra -la nuestra- rica en formas, ritmo, tonos y modos, que nos aproximan al hombre que la habita y a sus culturas heredadas y memoriosas.
Como compositor nuestro artista ha escrito obras de firme estructura, entre las cuales se cuentan "Infancia de olvido" y "El último quichua", piezas que merecieron un bien ganado lugar en los repertorios y que su autor interpreta con el clima y los matices originales que escapan, ciertamente, a los demás ejecutantes. En la placa que ahora presenta el sello Discos Music Hall la pulsación del artista renueva el esplendor de sus interpretaciones sobre un variado y representativo conjunto en el que se complementan temas tradicionales o anónimos con otros, de proyección folklórica, que provienen de prestigiosos autores contemporáneos. Su ejecución de la cueca popular "La boliviana" corre pareja con otras no menos brillantes, como son las logradas con los nostálgicos "Recuerdos de Ypacarai", la expresiva "Zamba de la Candelaria" y el juguetón rasguido doble de Mario Millán Medina "El rancho e' la Cambicha", suerte de clásico de los correntinos.
Pichin Córdoba vuelve a una temática para él entrañable, de rotundo acento americano. En ella se queda, se ofrenda y comulga como quien cumple un rito irrenunciable.
FERMIN CHAVEZ

"Pichín" Córdoba
VAMOS CORAZON, DEBEMOS OLVIDAR
Music Hall 2548
1976

01. VAMOS CORAZON, DEBEMOS OLVIDAR - Vals - "Pichin" Córdoba, Ramón Pérez
02. ZAMBA DE LA CANDELARIA - Zamba - Jaime Dávalos, Eduardo Falú
03. LA HUMILDE - Chacarera - Julián A. Díaz, Oscar Valles
04. VERDE ROMERO - Villancico - Lorenzo S. Vergara, Esteban T. Velardez
05. LA BOLIVIANA Cueca - Motivo popular
06. RECUERDO DE IPACARAI - Canción - Demetrio Ortiz, Zulema de Mirkin
07. CHOLlTA MORENA - Taquirari - Víctor Guzmán
08. SANTIAGO MANTA - Gato - Hnos. Abalos
09. EL RANCHO E' LA CAMBICHA - Rasguido doble - Mario Millán Medina
10. MARIA AMELlA - Polca - Mito García, Esteban Nelson Murúa
11. SAN JUAN EN OTOÑO - Zamba - Raúl A. de la Torre
12. AÑORANZAS - Chacarera - Julio Argentino Jerez


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